El deporte como transmisor de valores

Llevo un tiempo escribiendo posts relacionados con el deporte y más concretamente con el fútbol, algo que nunca pensé que pasaría, pero la gran afición de mi hijo está haciendo que este deporte esté entrando en casa poco a poco; si hasta estamos viendo algún partido…

Pero hoy no os vengo de hablar de fútbol únicamente, sino de cómo creo que padres y educadores debemos comportarnos y transmitir a nuestros hijos dentro y fuera del terreno de juego.

Hace tiempo que hablé de la competitividad, pero hoy quiero hablar del respeto.

Parto de la base de que todos los padres somos tan «tontos» que nos creemos que nuestro hijo es Cristiano Ronaldo, o que en cualquier momento vamos a coger el teléfono para contestar una llamada de la Masía diciéndonos que han pensado en él como el sucesor de Messi. Pero eso es una cosa y dejar de transmitirles a ellos los valores fundamentales de la vida, es otra bien distinta.

Creo que como padres y educadores que somos, debemos de transmitir a nuestros hijos dos cosas que para mí son fundamentales: el respeto y la autoridad.

El respeto es una norma básica de conducta, algo que como digo creo que debemos inculcar a nuestros hijos desde bien pequeñitos.

Los niños tienen algunos «referentes», gente a la que copian o imitan, y entre ellos uno de los más fuertes son los padres; por esa razón nosotros no podemos faltar al respeto a las personas delante de ellos; no deberíamos hacerlo nunca, pero menos delante de ellos a no ser que queramos transmitirles precisamente eso.

Esto ocurre con los profesores de nuestros hijos, de quienes podemos tener nuestras opiniones, o nuestras dudas, pero nunca de perderles el respeto o criticarles delante de nuestros hijos, ya que si lo hacemos, difícilmente conseguiremos que ellos se lo tengan. Y esa pérdida de respeto es lo que me ha llevado a escribir este post.

Estábamos un sábado por la mañana disfrutando de un partido de fútbol sala de niños de siete años, cuando el árbitro tomó una decisión: le dijo a uno de los niños que estaba en el campo que se sentara en el banquillo, ya que estaba un poquito «nervioso» y las piernas de sus contrincantes comienzaban a peligrar

Un padre «encolerizado» comienzó a gritarle al arbitro que no podía mandar sentarse a un niño, que quien era él, que eso era labor del entrenador.

El padre, que curiosamente no era el padre del niño, no entiendió el «gesto» del arbitro, que prefirió que el niño se sentara en el banco a sacarle una tarjeta roja y dejar al equipo con uno menos.

El partido siguió adelante, y con el ambiente caldeado como estaba, el padre no le pasaba una al arbitro sin protestar, olvidándose totalmente de que estaba en un partido de niños de siete años y pensando que igual se encontraba en la Romareda jugándose una final de la Copa del Rey.

Pero el «peor momento» llegó cuando el árbitro cansado ya de los comentarios de los padres mandó a los de detrás de su banquillo a las gradas para que vieran el partido.

El padre en cuestión le dijo a su hijo que recogiera los «aparejos», que se marchaban del partido, y claro el niño «alucinado» no sabía bien qué hacer. Al final, el ambiente se calmó, todo parecía volver a la normalidad con los padres en la grada y los niños jugando al fútbol sin preocuparse de las «movidas» que son totalmente ajenas a ellos.

El partido acabó sin incidentes, pero no se hablaba de él, ni del resultado, no del juego de los niños, sino de la «tangana» montada por el padre y de lo que tuvo que tragar el «pobre» árbitro.

Pero sobre todo, a los que nos gusta llevar a nuestros hijos al campo, nos quedó la imagen de un padre que increpaba al árbitro, que quería tener la razón y saltarse a la «torera» las decisiones del colegiado.

Quizás el árbitro debería haberle sacado al niño una tarjeta roja, y expulsarlo y no «extralimitarse» con sus funciones. Imagino que la próxima vez lo hará.

Pero la duda es cómo ese padre logrará que su hijo respete al árbrito, al entrenador, a sus profesores o en un futuro a sus jefes, sin olvidarnos del respeto hacia los padres y hacia las personas mayores.

Cómo enseñarles a nuestros hijos que en esta sociedad hay ciertos niveles de autoridad, que deben de cumplirse, que aunque no nos gusten debemos de respetar.

Cómo enseñarles que deben de respetar a todo el mundo, a tratar a la gente de manera correcta.

Desde luego si nosotros mismos no somos capaces de respetar, nunca transmitiremos a nuestros hijos el respeto. Tengamos claro que nuestros hijos harán lo que vean que hagamos, se comportarán como vean que nos comportamos, que como padres influimos en su forma de actuar y de comportarse en el futuro.

Enseñemos a respetar, no perdamos los papeles y no “ensuciemos” estos preciosos momentos que podemos pasar con nuestros hijos.

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3 respuestas a El deporte como transmisor de valores

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  2. Ana dijo:

    Esta situación me suena. Estoy completa y absolutamente de acuerdo contigo, la autoridad y el respeto se están perdiendo y son parte FUNDAMENTAL en la educación de los niños. Y eso se demuestra en casa. Yo tengo un marido de los que se hace oir en los partidos de su hijo pero de su boca no sale nunca una mala palabra hacia ninguno que esté en el campo, al contrario, anima hasta al árbitro, «lo está haciendo muy bien árbitro». El pobre hombre alucinará de que alguien le felicite en vez de meterse con él pero es que así debe ser. Si alguien lo ha hecho bien deberíamos reconocérselo que una alabanza a todos nos gusta. Y si lo ha hecho mal recordar lo que dice Isaac, respeto. Llega más una crítica hecha con argumentos que un insulto inapropiado y el fútbol está lleno de malos ejemplos. A los niños los podemos educar pero algunos padres ya se nos han ido de las manos.

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